El Cristianismo de ninguna manera está en problemas.
Las iglesias sí están en problemas. Entérese por qué.
El escritor e investigador en temas
religiosos Tom Ehrich, ha escrito el siguiente artículo en el contexto de una
iglesia evangélica estadounidense a la que cada vez se le hace más difícil
retener a sus miembros y reclutar nuevos, especialmente miembros jóvenes.
Con fe en que este artículo nos despierte
a nosotros aquí en Latinoamérica, comparto una rápida adaptación (traducción)
de este blog. Después de todo, lo que pasa en USA curiosamente tiende a repetirse
en nuestros países -tiempito después. Gracias por sus comentarios.
Seamos
claros: el tan anunciado "declive del cristianismo en América" no
se trata de Dios perdiendo la fe en la raza humana.
No
se trata de que estemos perdiendo nuestra brújula moral, gracias a eso que
sucede y que odiamos. No se trata de la nueva generación indecisa. No se trata
de estar persiguiendo modas y dejando la tradición. Se trata de que nosotros
nos metimos en problemas.
El
cristianismo no está en problemas en lo absoluto, son las Iglesias las que están
en problemas. Las denominaciones están en problemas. Líderes religiosos
profesionales están en problemas.
¿Qué
fue lo que hicimos mal? ¿Qué es eso que nos está llevando a perder buen nombre
entre nuestra sociedad? ¿Qué es eso por lo que los jóvenes poco quieren saber
de lo que pasa con la iglesia evangélica?
Aquí
está lo que hicimos:
1. Paramos de intentar.
Durante
un tiempo, las instituciones religiosas en América eran audaces y asumían
riesgos. Después nos quedamos en modo de mantenimiento, porque así se sentía
seguro y cómodo. Hemos luchado por asuntos ‘iglesieros’ sin importancia porque
los asuntos que verdaderamente importan - el racismo, la desigualdad, la
politiquería, el robo corporativo, la obsesión con el dinero y el sexo – son
realidades que en las que nos hemos involucrado y son demasiado dolorosas.
2. Dejamos de dar.
En
los últimos 50 años, nuestras ofrendas se han reducido en más de la mitad en
relación al porcentaje del ingreso familiar. Tenemos a nuestras iglesias en
situación de miseria, muriendo con extrema escasez de recursos, y a la hora de
tomar las difíciles decisiones presupuestarias, las instalaciones que queremos tener terminan ahogando la misión que
debemos hacer.
3. Nos encerramos.
Así
como las casas americanas pasaron de hermosos pórticos al frente hacia un lujoso
patio trasero, nosotros también dejamos
de conectarnos con nuestros vecinos. Paramos de mirar hacia el exterior, a
excepción de la noble y obligada caridad ocasional. Abrimos nuestras puertas el
domingo y nos damos la bienvenida a nosotros mismos.
4. Obsesionados con el domingo por la
mañana.
Aun
cuando los días domingos ya no tienen la misma importancia social que antes, seguimos
esperando que el culto del domingo haga todo nuestro trabajo. En lugar de
transformar vidas a través de la obra misionera, los estudios bíblicos en
grupos pequeños, y la disciplina espiritual personal, lo que hemos conseguido
es un montón de gente que se sienta en las bancas durante una hora y media
abarrotada de electrizantes cantos, breves oraciones, una lista de anuncios,
una breve enseñanza. Después del culto enviamos a la gente de regreso a sus
carros y pensamos que ya hicimos nuestro
trabajo para toda la semana.
5. Estamos destrozados nuestra reputación.
Nos
hemos dado a conocer como gente crítica, enojadiza, egoísta, engreída, aburrida
y anticuada. Por lo que la gente de afuera dice, vivimos para combatir,
pensamos demasiado alto de nosotros mismos, y nos creemos maestros de moral.
¿Quién necesita eso?
Entonces,
¿cuál es nuestro futuro? El futuro de Dios es tan brillante y glorioso como siempre.
Nuestro dinámico, transformacional y siempre amoroso Dios estará bien. Podremos
seguir orando con confianza.
Las
Iglesias, por su parte, están en problemas. Muchas se quedarán sin dinero.
Muchas perderán la pasión de sus miembros. Sin embargo, algunas, quizá muchas,
estarán a la altura del desafío. Ellas le darán valor a las antiguas convicciones y harán lo
que Jesús hizo.
Aquellos
‘indicadores de éxito ministerial’ quedarán fuera, porque su prioridad será
compartir las buenas nuevas, recibir a los desconocidos, dar la bienvenida a
los últimos y los menos de la sociedad, invertirán su vida y sus recursos para
trabajar por la justicia y la misericordia, serán comunidades de fe los siete
días de la semana y pondrán el amor por delante de su correcta opinión y
pondrán la amabilidad por encima del éxito.
Tomado de:
5 Ways Churches Are
Hurting Themselves.
Por Tom Ehrich. (Investigador y Escritor de Temas Religiosos) / Servicio de Noticias Religiosas.
/ www.faithstreet.com
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